Escribo este artículo como reflexión a un fenómeno que se observa con demasiada frecuencia. A lo largo de mi carrera profesional me han realizado muchas preguntas, ya sean de pacientes, familiares de los pacientes, amigos, conocidos, a través de los comentarios de la web o del formulario de contacto… pidiendo información, consejos o alguna sugerencia para el tratamiento de alguna dolencia, y se repite en exceso el hecho de que no me saben decir lo que tienen (el diagnóstico) o qué les ha explicado el médico o profesional sanitario que los haya atendido… “Me dijo algo de que tenía artrosis o artritis en los dedos”… pues no es lo mismo. Un tratamiento para la artosis puede ir fatal y empeorar un caso de artritis. “Me dijo que me tomara estas pastillas” ¿Cuándo hay que tomarlas? ¿Hay que tomar la caja entera, o sólo durante un número limitado de días? ¿Cuando se acabe la caja se acaba el tratamiento, o hay que seguir con una caja nueva?)… “Me recomendó que nadara y que hiciera ejercicio” ¿Qué tipo de natación? ¿Por qué recomendó natación? ¿Cuál es el problema o el diagnóstico que hizo que te recomendara ejercicio?.
El valor de la visita al médico está en el diagnóstico -es decir ¿qué padecemos?- y el tratamiento -¿cómo se puede tratar lo que padecemos?-. Normalmente es difícil acudir al médico, sobre todo, si es un especialista. Ya sea en el sistema público o privado, los tiempos de espera no son cortos, y el tiempo de consulta es reducido. Ya ofrecí una serie de consejos para optimizar una visita al médico, tratando de no olvidar lo importante que tenemos que preguntar y asegurándonos de recordar lo que nos ha dicho.
Hay que salir de la consulta del médico sabiendo, al menos, tres cosas:
1. ¿Qué tenemos?. Tenemos que conocer el diagnóstico. Es nuestra salud. Si no nos intereresamos nosotros ¿quién lo va a hacer?. Si queremos consultar a otro profesional tenemos que saber qué padecemos para poder pedirle consejo o tratamiento. Del mismo modo, si queremos hacer una búsqueda de información, difícil lo vamos a tener si no sabemos qué tenemos que buscar.
2. ¿Cómo se puede tratar?. Tendremos que saber las opciones de tratamiento existentes. Puede ser mediante medicamentos, unos días de reposo, ejercicio físico, fisioterapia, inyecciones, curas, cirugía… Tenemos que llegar a casa después de la consulta sabiendo qué se puede hacer para curar nuestra afección, y tener claro si es la única opción o si existen otras alternativas.
3. ¿Cómo hay que aplicar el tratamiento?. Si el médico nos manda medicación, nos suele escribir un papel con un nombre que no entendemos y que esperamos que sí que entienda el farmacéutico. La confusión aumenta si nos manda más de un medicamento: relajante muscular, una pastilla por la noche; antiinflamatorios, cada 8 horas (pero se puede tomar un analgésico a las 4 horas en caso de mucho dolor); como es un tratamiento intenso, hay que tomar protector de estómago una vez al día… y te encuentras con un montón de recetas e indicaciones de toma de medicamentos que sabes que no recordarás… ¿por qué no lo apuntas, o pides que lo apunten?. Afortunadamente cada vez es más frecuente que se de la información por escrito, indicando la forma de tomar la medicación, los horarios y, algo muy importante, la fecha de finalización del tratamiento y lo que hay que hacer cuando se acabe. Si te recetan ibuprofeno y que lo tomes 3 veces al día, todo correcto pero ¿cuántos días? ¿el tratamiento se acaba cuando se gaste la caja, o tiene una fecha posterior?. Hay que tener claro cuánto tiempo hay que tomarse la medicación, puesto que tomarla menos o más tiempo del debido va a dar lugar a unos resultados insatisfactorios. También hay que saber qué hacer cuando acabe el tratamiento: si tenemos que volver a la consulta del médico sólo si nos sigue doliendo o si tenemos que volver duela o no, para que nos haga una revisión.
Hablo genéricamente de consulta con el médico, pero lo dicho también valdría para un fisioterapeuta u otro profesional sanitario. Si acudimos a que nos revisen nuestro estado de salud y nos propongan un tratamiento, tenemos la obligación de hacer todo lo posible por aprovechar al máximo esa información en nuestro beneficio. Conociendo lo que tenemos, cómo se puede tratar y las pautas concretas para tratarlo, vamos a ganar en calidad de vida y estaremos asegurándonos de que vamos a sacar provecho del tiempo (y dinero) que invirtamos en el tratamiento.
Ya he hablado en otros artículos del cumplimiento de los tratamientos, y la obligación que tienen pacientes y profesionales sanitarios de colaborar en el tratamiento. Se sabe que una buena información sobre la enfermedad es muy importante para afrontarla correctamente; por lo tanto, es función del profesional sanitario ofrecer una información correcta y adaptada a las capacidades del paciente y asegurarse de que la ha recibido correctamente, pero también es tarea del interesado -el paciente- hacer todas las preguntas necesarias para obtener una información que le resulte provechosa y tomar medidas para recordarla -plasmándola por escrito, pidiendo que se la den en forma escrita, acudir a consulta un familiar que se «entere» de las cosas- y aplicarla.
Y vosotros ¿os enteráis de lo que os explica el médico?
Foto por Seattle Muncipal Archives con la siguiente licencia Creative Commons.
Muy buen articulo